EL TAROT EGIPCIO
La cartomancia está en boga sobre todo desde la invención de los naipes de juego. Muy pocos autores están de acuerdo sobre la época en que se inventó este conjunto de figuras y números que, bajo el pretexto del placer, la distracción y el apasionante atractivo del juego, debía transmitir a través de los siglos las verdades fundamentales de la filosofia y de la metafísica.
Todas las épocas han tenido sus incrédulos. Son enemigos, no sólo de la cartomancia, sino de todas las verdades que no les resultan tangibles. Sus sentidos se detienen al tocar; si hay que pedirle a su inteligencia que se eleve un poco mediante el esfuerzo de la inteligencia se ponen furiosas y no tienen más que blasfemias e insultos hacia la idea espiritual y quien la defiende.
Pocos adeptos ha tenido la cartomancia que hiciesen valer sus cualidades, pues ha servido para engañar a no pocos curiosos, pero aunque pienso que el número de personas que le deben un consuelo es todavía más grande que el de las engañados, el mal parece estar siempre más visible que el bien.
No hay que confundir la cartomancia moderna, que nació del estudio del Tarot Egipcio, con los trabajos de los sabios como Raimundo Lulio, Cardano, Postel, etc.; dicho sin tomar partido a favor o contra las ideas filosóficas de estos autores.
Yo he estudiado y practicado el Tarot desde hace más de treinta añas y he descubierto su construcción tan maravillosamente relacionada con la naturaleza y el ser humano. Se queda uno deslumbrado ante el genio de los que resumieron la VIDA UNIVERSAL en estas 78 láminas.
Sin embargo, debo decir que el ser humano estaba obligado a crear este juego maravilloso, símbolo del cielo y de sus constelaciones, y símbolo también del cuerpo humano que contiene en sí mismo ese universo.
El vinculo psíquico que enlaza al ser humano con estos símbolos es fácil de concebir por quienes han estudiado el juego. La razón por la que he escrito este libro es dar a conocer este vinculo, misterio de la cartomancia. Lo he hecho, sobre todo, en memoria de los amigos que he conocido en el camino durante los momentos difíciles de mi vida, y también para quienes me dieron su confianza. Pero no me dirijo a los supersticiosos, a los que se venden al dinero, a los charlatanes ni a toda la multitud de los tramposos que proliferan en nuestra triste época.
Esta obra que no tiene ninguna pretensión literaria. No ha sido escrita en la tranquilidad y el silencio del retiro, sino en medio de mis ocupaciones diarias. Ruego pues al lector que perdone las imperfecciones que pudiera encontrar en ella.
- ALTA
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