En el ocultismo occidental tradicional, se reconoce al Tarot como la piedra de toque de todo el sistema filosófico llamado Hermetismo. Es muy difícil descu- brir su origen real. Los más competentes y famosos autores ocultistas como Eliphas Levi, P. Christian, Fabre d‟Olivet, Theophrastus Bombastus von Hohen- heim (Parecelsus), Oswald Wirth, Papus (Dr. Gerard Encausse) y otros, son de opinión que el simbolismo verdadero del Tarot proviene del Antiguo Egipto. Así nos lo afirma audazmente el maestro del Hermetismo, Eliphas Levi, en su Dogma y Ritual de Alta Magia.

Esta Clavícula (como él denomina a los Arcanos del Tarot), considerada perdida durante siglos, fue recuperada por nosotros, y pudimos abrir los sepulcros del mundo antiguo, para hacer hablar a los muertos, contemplar los monumentos del pasado en todo su esplendor, comprender los enigmas de cada esfinge e in- gresar en todos los santuarios… Ahora bien, ésta fue la clave en cuestión; un alfabeto jeroglífico y numérico, que se expresa mediante caracteres y números, una serie de ideas universales y absolutas…

El Tetrad Simbólico, representado en los Misterios de Memphis y Tebas por los cuatro aspectos de la esfinge –Hombre, Águila, León y Toro–, correspondían a los cuatro elementos del mundo antiguo [Agua, Aire, Fuego y Tierra]… Entonces esos cuatro símbolos, con todas sus analogías, explican la palabra única oculta en todos los santuarios… Además, la Palabra Sagrada no se pronunciaba: se de- letreaba, y expresaba con cuatro palabras, que son las cuatro letras sagradas: Iod a, He h, Vau v, He h…




El Tarot es verdaderamente una máquina filosófica, que aparta la mente de la divagación, al tiempo que le deja su iniciativa y libertad; es matemática aplicada al Absoluto, alianza de lo positivo y lo ideal, lotería de pensamientos tan exactos como números; tal vez la concepción más simple y grandiosa del genio hu- mano…

Un prisionero, sin otro libro que el Tarot, si supiera cómo utilizarlo, podría en pocos años adquirir un conocimiento universal y hablar de todas las disciplinas con cultura inigualada y elocuencia inagotable…

Este pasaje que es muy conocido entre los beneméritos ocultistas del mundo, es quizá una de las mejores definiciones con que contamos acerca del valor y la grandeza del Tarot. El entusiasta “descubridor” de estas claves de la antigua sa- biduría, piadoso mago y ex sacerdote, Eliphas Levi (en la vida privada Abbé Constant), nos suministró esta inspiración concisa e inspirada.




En la segunda mitad del siglo XIX, Eliphas Levi fue seguido por una larga suce- sión de ocultistas que aceptaron el Tarot como base de sus investigaciones y es- critos. Pero ninguno tuvo pluma tan vehemente ni convicción tan ardorosa co- mo él.

Papus, en su libro El Tarot de los Bohemios, un libro clásico sobre el misterio de los Arcanos Mayores y Menores, nos cuenta en una leyenda, que toda la sabidu- ría de iniciación del Antiguo Egipto fue registrada en los símbolos de las cartas del Tarot como último intento de preservar una sabiduría para generaciones futuras, y ello se efectuó antes que el Egipto fuera invadido y destruido por las hordas en avance del rey persa.

Estas cartas, originariamente confeccionadas con metal o cuero fuerte, fueron más tarde utilizadas como elementos de juego, tal como se lo propusieron los sacerdotes egipcios. Pues ellos sabían que el vicio humano nunca moriría, y de esa forma sus cartas misteriosas fueron, sin saberlo, utilizadas por los bárbaros como medio de transmisión –a través de subsiguientes edades– de los resulta- dos más sacros y cultos, alcanzados por la antigua sabiduría de Egipto.

Como ya dije, muchos ocultistas eminentes escribieron y dirigieron intensas investigaciones sobre la filosofía y el simbolismo del Tarot. Algunos de ellos son citados en la bibliografía incluida en este libro. La lista es, por supuesto, incom- pleta, pues existen muchos otros, que en mayor o menor grado, tuvieron cone- xión con la tradición Hermética del Ocultismo. Pero aquí no existen ni el espa- cio ni la intención de proporcionar otros nombres. Para comprender este libro, resulta esencial advertir que he procurado plantear el Tarot como instrumento útil del conocimiento, según lo describió Eliphas Levi, y al mismo tiempo pro- veer un manual práctico, en lugar de una simple exposición sobre puntos de vis- ta del autor respecto de la disciplina Hermética. Y esto porque considero al Ta- rot como “álgebra del ocultismo”, que habilita al hombre –que conoce su uso– a progresar, en forma independiente y sobre senda segura, trazada para nosotros en aquellos antiguos Arcanos.

Creo firmemente que, cuando plasma su obra, el autor debe –en primer lugar– tener como mira la utilidad de su obra. Esto significa que ha de brindarse una oportunidad total, tanto a lectores como estudiosos, de aplicar el conocimiento que se supone ha de hallarse en tal libro. La mera expresión de las opiniones del escritor sobre la materia y su descripción no es suficiente. Existen muchos auto- res y cada uno está facultado a tener su propia concepción particular. En mi opinión, cuando se expone un sistema tan vasto y profundo de la filosofía ocul- ta, como el Tarot indudablemente lo es, el lector debería ser invitado (hasta cierto punto) a cooperar con el autor en la utilización práctica de las enseñanzas dadas en el texto del libro. Y eso es lo que traté de hacer.


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